La Inteligencia Artificial falla con el COVID (como otras muchas cosas)


La inteligencia artificial está entre nosotros desde hace muchos años.

En su momento, nos encuestaban por teléfono para saber a quién votamos. Hoy nos segmentan por las redes sociales, llegando incluso a diseñar publicidad a la carta para cambiar nuestra predisposición al voto.

Y sin llegar a esto, empresas de comercio electrónico y de contenidos multimedia seleccionan los productos que nos muestran, esperando incrementar así su negocio. En ocasiones, no compitiendo contra otras empresas, sino contra nosotros.

En el ámbito de la energía, los algoritmos de IA se emplean cada vez más para predecir el consumo energético de los edificios, adaptar la operación de los edificios al uso real de los mismos,… La verdad es que en condiciones normales, estos algoritmos entregan resultados muy buenos.

Image de Mike MacKenzie, via http://www.vpnsrus.com (CC BY 2.0)

Pero tras varias semanas de situaciones excepcionales a nivel global por el COVID, aparecía un artículo titulado “La IA, incapaz de predecir nuestros súbitos cambios de comportamiento” en MIT Technology Review. En el fondo dice lo que ya sabemos. Que los modelos predicen bastante bien la realidad en base a una realidad similar observada con antelación. Y que en todo caso, son capaces de adaptarse a cambios progresivos.

Pero que países enteros cambien sus patrones horarios, espaciales y de prioridad de forma simultánea escapa a las posibilidades de estos algoritmos. En realidad, para los que crecimos viendo películas como terminator, es hasta reconfortante.

Lo que pasa, es que hay empresas que han invertido, por ejemplo, en sistemas de control de la climatización muy avanzados. Y que ahora se encuentran con aforos muy reducidos, con gran parte de la plantilla teletrabajando, acudiendo sólo uno o dos días a la semana a la oficina, e incluso con horarios de trabajo bastante errático. Todo ello derivado de las medidas de prevención y cociliación necesarias en estos tiempos. En estas situaciones, es probable que estos sistemas tengan un rendimiento similar al control horario/termostático de los años 80.

En el caso de los contratos de prestaciones energéticas, pueden llegar a darse, incluso, situaciones muy complejas. En principio, estos contratos se basan en reglas relativamente sencillas, en las que se realizan ajustes por factores estáticos mediante cálculos de ingeniería. Pero que no están previstos para cambios tan relevantes como los ocurridos en el primer semestre de 2020. Como comenté en un post anterior, es muy habitual tener modelos que permiten considerar la influencia climatológica, pero rara vez se tienen modelos con más de 2-3 variables externas. Es probable que todas las reglas que se empleaban para calcular los ahorros energéticos hayan dejado de ser válidas. Y deba replantearse el contrato, casi en su integridad.

Supongo que como en muchas otras veces, ahora toca repensar estos sistemas desde el principio, y adaptarlos a la nueva situación. Habrá sorpresas desagradables en algunos casos, pero a la larga (¿Décadas?), esto supondrá un beneficio. Tendremos sistemas de gestión de la energía mucho más robustos.